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"¡Tú no eres quien decide quién es Riley!"

  • Foto del escritor: Paz Salsamendi
    Paz Salsamendi
  • 24 ene
  • 3 Min. de lectura

Todo estaba aparentemente bien en su vida: una linda familia, la profesión, un buen trabajo, amigos, siempre una tarea solidaria... sin embargo, un estado basal de tristeza la acompañaba persistentemente. No estaba todo tan bien...


Fue recién cuando tocó fondo con su pena, que decidió pedir ayuda: unas buenas y sabias personas oficiaron de linterna, de muletas... y la acompañaron pacientemente a ubicar la salida.


Empezó a ver que desde hacía tiempo venía creyéndose unas cuantas mentiras sobre sí misma, desde siempre quizás, y esa era la fuente de sus sombras:

🤥 Se le había hecho carne el rótulo de "vos no servís para esto" que escuchaba, palpaba u olía desde pequeña. Se creyó eso, que no servía.

🤥 Cuando fue creciendo, quizás buscando aprobación y cariño, se había ubicado en el rol de "buena": buena estudiante, buena compañera, responsable, trabajadora... después profesional, también buena. Siempre haciendo lo que había que hacer. O tratando de agradar. Lo mejor que le saliera el rol de madre, ayudar a quien pudiera... buena. La gente decía de ella: "es una persona buena" y ella lo creía, y hasta le hacía un poco bien saber que otros pensaban de ella que era buena.

🤥 Tremenda exigencia se ponía en eso de ser buena... al mínimo resbalo, a la mínima falla, cuando había un conflicto, cuando no llegaban los aplausos, cuando creía ver que otros eran mejor que ella, volvía a su propia vieja voz que le recordaba con tono de rechazo - "Viste, no servís, no sos buena"


Ese día en que tocó fondo con su pena, empezó a aprender muy de a poquito a ser mala, a rechazar todas las voces, las propias y las ajenas, que le decían mentiras. En vez de identificarse con las mentiras, empezó a decirles lo mismo que decía el personaje Alegría para proteger a Sally en la película Intensamente 2: "Tú no eres quien decide quien soy yo."


No, no somos lo que los demás piensan de nosotros, ni lo que nosotros pensamos de nosotros mismos. No somos lo que hacemos ni lo que tenemos. No somos resultado de nuestra historia familiar. Nuestra identidad no está dada por nuestra apariencia física ni por ninguna experiencia que hayamos vivido. Tampoco nos definen los hobbies que tenemos, ni nuestra ocupación, ni el lugar donde vivimos, ni siquiera los talentos, habilidades, intereses o rasgos de personalidad que nos caracterizan. Todo eso es una parte muy real de lo que somos, pero es sólo una parte. Más allá de todo eso, somos más,


"Es Dios, quien me creó, el que tiene la verdad sobre quién soy", recordó. Otras veces lo había escuchado y leído, pero ahora, por primera vez, en el silencio de la oración, estaba pudiendo escucharlo también con el corazón.

"Tu verdad es que sos mi hija amada. Te hice a mi imagen para compartirte mi amor, vas con mi 'marca'. Te pensé desde antes de formarte en el vientre de tu madre; todo te fue dado. Por el solo hecho de que existas, sos más valiosa que un diamante a mis ojos. Tu valor no depende de tus éxitos ni de tus méritos; te quiero como sos. Llevo tu nombre grabado por siempre en la palma de mi mano. Sos única. Quiero que seas feliz. Estás cobijada en mi eterno abrazo."


Somos-sus-hijos-amados. Todos. Esa es nuestra primera real verdadera identidad.


Cuando empezó a creerlo, empezó a sanar. Con el tiempo se fue sintiendo más libre, más alegre, más segura, se sabe querida, se quiere y va aprendiendo a querer mejor, a disfrutar lo que trae cada día, a dar al mundo lo que tiene de único su persona. A ser feliz.🌷


[ Es una historia real, doy fe 😉]




Para los inevitables momentos de flaqueza, Henri Nouwen tiene un imperativo:

«En esos momentos en que te sientes mal contigo mismo trata de optar por ser fiel a la verdad de quien eres realmente. Mira el espejo cada día y proclama tu verdadera identidad. Adelántate a tus sentimientos y confía en que algún día tus sentimientos coincidirán con tus convicciones. Elige ahora, y sigue eligiendo siempre, esta increíble verdad. Como una práctica espiritual, clama y proclama tu identidad primigenia como hija o hijo amado de un Creador personal.»


 
 
 

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