¿Por qué crees?
- Paz Salsamendi
- 10 may
- 2 Min. de lectura

- ¿Por qué crees? le pregunté. Y me quedé mirándola esperando la respuesta.
Su rostro me dio la primera pista: Sonrió, también con los ojos, y mostró una notable serenidad.
- Porque lo he visto – dijo después.
- ¿Cómo es? ¿Dónde está? – me apuré a preguntar.
- No vi su cara. ¡Quisiera verla! A veces parece que juega a esconderse, pero siempre está. Cada vez que lloré, fue consuelo. Cuando estaba confundida, permaneció con discreción hasta que yo buscara su luz. En el tiempo de angustia estuvo también - yo no podía verlo en esos días, pero me di cuenta después - guiándome con paciencia y ternura en mi doloroso recorrido de recuperación. Es como un fuego que no se apaga jamás. Y lo mejor es que si lo aceptas, te transformas: vas adoptando su modo de mirar, su alegría y templanza, su fuerza y bondad, su paz.
Sonrió de nuevo, como deteniéndose a saborear lo que estaba diciendo, y continuó:
- A veces desviamos la mirada, nos tapamos los oídos, nos dejemos aturdir por las ocupaciones y preocupaciones de todos los días, pero “aunque no lo veamos, el sol siempre está”.
- ¿Dónde? – insistí. Y me respondió sin palabras: puso sus dos manos encimadas sobre el pecho.
- ¿Todos podemos verlo? – le hice esa pregunta, que me acompañaba desde chiquita.
- ¡Claro, todos! – dijo con la misma sonrisa y serenidad que al principio. Se precisa una sola condición: saberse pequeño como un niño, frágil, curioso, necesitado en vez de autosuficiente, confiado. Sólo cuando nos reconocemos criaturas, somos capaces de verlo en acción, ofreciéndonos su cercanía, calor y fortaleza en cualquier circunstancia.
Se hizo un silencio largo. Yo mucho no entendía. Y quizás dándose cuenta, dijo un poquito más:
- Todo es regalo. Creo porque lo vi. No con mis ojos, no en experiencias místicas ni espectaculares, eso no. Lo vi con los sentidos del alma. ¿Quieres verlo también?
- Sí – dije, inspirada por la paz que reflejaba su rostro y por lo que estaba diciendo.
- Seguramente con desearlo ya estás empezando a encontrarlo…
Me dijo que ella aprendió que creer y confiar es tarea que se empieza de nuevo cada día. Y que se lo puede encontrar en muchos lados: en el silencio, en la maravilla de la naturaleza, en la lectura del Evangelio y, sobre todo, en los sacramentos y en personas que lo han conocido y lo hacen visible a través de sus vidas.
Me dijo también que Dios nos espera, A TODOS, que siempre está y tiene el gran deseo de regalarnos su plenitud. Que nos invita, sin imponerse nunca, a reconocerlo y a aceptar el amor que nos da.
Infinito misterio, infinito su amor. Infinita su delicadeza de dejar que seamos nosotros los que elijamos pronunciar el sí... o el no. 🏵️
Creer con el corazón... Gracias Paz!!