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No llegué

  • Foto del escritor: Paz Salsamendi
    Paz Salsamendi
  • 12 oct 2024
  • 2 Min. de lectura

No llegué. No había forma de pensar en otra cosa. Las lágrimas se empujaban para salir y no tenía ningún resto de fuerza para retenerlas. Me aturdía escuchar los preparativos de los que se disponían a seguir caminando. No podía más. Y me resistía a aceptarlo.

Me había preparado bastante para esta peregrinación, la ilusión había ido creciendo desde que, casi sin dudar, había decidido participar. Estaba feliz porque había logrado ser constante en la preparación previa, física y también del alma. Pero no llegué. No podía creer que no era capaz de dar medio paso más y que me iba a tener que subir al micro de apoyo con unos pocos averiados más.

Ubiqué la cabeza entre mis manos hinchadas y dejé que la pena y la bronca siguieran saliendo con las lágrimas… No hice ningún intento para consolarme, no podía.


Sin embargo, sentí algo – no sé qué – que me invitó a abrir los oídos y a prestar atención. Una voz dulcísima y delicada hablaba con claridad desde mi corazón. Permanecí con la cabeza entre las manos para no distraerme, ahora tenía menos tensión. Y escuché

"Oye changuita, tranquila… no desesperes… Está bien no llegar. Está bien no llegar... ¡Tantas veces no se llega a donde uno se propone! Un trabajo que salió mucho peor de lo previsto, el examen que no se llegó a aprobar y demoró la graduación, no conseguí ser tan buen padre de mis hijos como quería, no logré evitar esa reacción y terminé lastimando a quien más quiero, me cuidé tanto e igual enfermé, mi jefe ignoró el proyecto que tanto me esmeré en preparar…"


Empecé a sentirme mejor… No había llegado a la casa de la Virgen a pie como había planeado, pero claramente ella había llegado a mí. Era como si estuviera ahí, sentada a mi lado sobre el suelo frío, acompañando con pocas palabras y mucha calidez.

Me di cuenta que en realidad, estaba conmigo desde antes de dar los primeros pasos. Pero recién había podido reconocerla cuando mis fuerzas quedaron agotadas y me reconocí frágil. Ella, sabiendo de mis tenaces resistencias, había aprovechado ese momento de fragilidad para hacerse presente e invitarme a ponerme de pie.

Esta frustrada llegada a la meta estaba siendo ocasión para recordar que no siempre se llega y que es posible estar en paz ante cualquier aparente fracaso. Honrada con este precioso regalo, como pude me puse de pie.

Vi las caras de otros peregrinos que quedaron en el camino, como yo, y sólo viendo sus rostros, agotados pero serenos, pude adivinar que ellos también habían recibido la misma visita. Regresamos juntos; sin hablar compartíamos cansancio y también alegría.


GRACIAS María porque quisiste no llegar a destino cuando decidiste no seguir viaje y quedarte en los pagos de Luján. Tu parada fue deliberada, pero ¿será que también estabas agotada...? ;)
GRACIAS por venir y permanecer con nosotros para ayudarnos a vivir amigados con nuestra natural fragilidad y a aceptar con paz los variados y siempre presentes 'no llegué' del andar de nuestras vidas.👣🩵

 
 
 

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